No me sobreprotejas, déjame crecer.

No me sobreprotejas, déjame crecer.

21 febrero, 2017.

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En ocasiones, el amor que sentimos por nuestros hijos, nos lleva a cuidarlos, mimarlos y protegerlos en exceso. Los propios miedos e inseguridades de los progenitores se traslucen en conductas de extremo temor y apego, que pueden llegar a asfixiar a nuestros retoños.

Los padres y madres que sobreprotegen a sus hijos, no son conscientes de que dándoselo todo y evitándoles cualquier peligro pueden hacerles mucho daño, ya que esto afecta a su seguridad, confianza personal y a su autoestima, en lugar de lograr su objetivo de hacerlos felices. Cuando se sobreprotege a los hijos, se les impide adquirir las habilidades que necesitan para desenvolverse en la vida.

Muchos padres, por miedo a convertirse en malos padres, están dispuestos a darlo todo sin tener en cuenta que de esta manera merman las capacidades, creatividad y recursos de sus hijos, enviándoles el mensaje de que por si mismos no son capaces de lograr lo que necesitan o se proponen.

La sobreprotección afecta al lenguaje y a la socialización. Los niños se frustran cuando los demás no les dan lo que quieren o expresan. Sobreproteger acaba dando lugar a niños deprimidos o muy rebeldes, que al llegar a la adolescencia corren el peligro o riesgo de caer en conductas y caminos disruptivos.

Una persona que no se esfuerza para alcanzar lo que quiere o para superar sus limitaciones y a quien otros le resuelven la vida, se convierte en alguien perezoso, limitado, inseguro, estancándose en su desarrollo personal. Los niños que reciben todo en su infancia, sin tener que esforzarse apenas, se convierten en adultos victimistas que se quejan y reclaman siempre lo que quieren sin hacer nada para ello. Estos niños aprendieron de su familia que lo merecían todo y esperan de los demás que los cuiden y cubran todas sus necesidades y si esto no se produce, los culpan y responsabilizan. Por todo lo anterior, lo saludable es que los padres dejen actuar a sus hijos, que les permitan equivocarse y cometer errores, bajo su atenta mirada, para que así puedan ir aprendiendo e incorporando experiencias nuevas a su vida.

Lo positivo es que los padres animen y apoyen las iniciativas, retos y vivencias de sus hijos con paciencia y confianza, seguramente una de las mejores muestras de amor que estos les pueden manifestar.

Julia Gómez Carretero
Psicóloga / Maestra de Educación Infantil


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